Soy urbano. Fui un niño de ciudad y ahora soy un adulto de ciudad. Aunque a veces me he resistido y he soñado con vivir en un entorno natural, conocerme el nombre de los montes, saber hacer un fuego sin mechero y tener una espalda inmune a dormir en el suelo, al final hay que aceptar lo que uno es.
Y mi hábitat son las calles. Me siento cómodo usando el transporte público, tolero bastante bien las aglomeraciones y me encanta buscar los mejores rincones urbanos. ¿Cómo es esto compatible con la fotografía de naturaleza?
Esa fue mi frustración de chaval. Nací y crecí en Vallecas Villa, en los años en que en los descampados afloraban las jeringuillas de heroína como champiñones, y mis viajes a esas zonas naturales que yo veía en la serie de Félix Rodríguez de la Fuente estaban fuera de mis posibilidades. Soñaba con los animales de los bosques y las montañas sin ser consciente de que vivía rodeado de fauna.
Entonces llegó la serie Fauna Callejera, de Luis Miguel Domínguez, y descubrí que no necesitaba más que bajar al parque para descubrir la vida de múltiples especies de aves. Así que, ahora, me he propuesto dedicar mi tiempo en fotografiar aves urbanas para que se valore la importancia de los árboles, zonas verdes y riberas de los ríos en entornos metropolitanos.